En la línea de lo que expresé aquí hace un tiempo, y
observando lo rígidos que vamos por la vida, los problemas del mundo,
las injusticias, nuestros agobios, nuestra insatisfacción, voy dándome
cuenta de la necesidad de crearnos espacios para el buen rollo, para las
risas, para lo corporal, para dejar descansar nuestra atribulada mente.
A medida que he ido experimentando en la propia piel
esto de la risa observo la potencialidad de cambio que tiene a todos los
niveles. Es increíble el poder energetizante de la risa. Si te permites
el viaje de la risa, entrar en la carcajada porque sí, sin motivo, y
dejas el sentido del ridículo afuera, desconectando de lo mental,
dejándote sentir el cuerpo a través de la música y el movimiento, entras en el “sí”, en el permitirte la emoción, a
veces de gozo, a veces de tristeza, o miedo, o vergüenza. La clave está
en dejarte sentir, darle espacio a lo que te está pasando, sin
juzgarlo. Permitir tus emociones sin juzgarte, darles un espacio,
permite que veas lo que tu eres, que entiendas que a veces estás triste y
otras contento, a veces tienes miedo y otras veces te lanzarías en
paracaídas. Es importante entender que como seres humanos transitamos
por distintos estados emocionales, y aceptar que eso es así es un primer
paso.
No nos gusta tener miedo o estar tristes. Sin embargo, todo pasa, todo se transforma y lo importante es aprender a...
tirar hacía adelante reconociendo nuestras capacidades y nuestros límites.
tirar hacía adelante reconociendo nuestras capacidades y nuestros límites.
En los espacios-laboratorio que construimos en un
risotaller, para experimentar con la risa, movilizando el cuerpo, se
mueve la propia energía que somos, y surgen las emociones. Dejarse
llevar en esos espacios, dejar la mente y vivir lo corporal y lo
emocional, te revitaliza, te energetiza. A través de los juegos conectas
con tu niño, tu capacidad de alegría y descontrol, y después te
preguntas porqué tu vida no puede ser un poquito menos seria.
En la Contra de la
Vanguardia del día 5 de marzo de 2012, se habla precisamente de esto y
es genial. Angel Escribano apunta lo corta que es esta vida y se
pregunta porqué no actuamos , porqué no nos divertimos más.
En los talleres de dos horas de risoterapia, tienes un
espacio de respeto, y no juicio, en el que si consigues entrar en la
risa, no hay límites. Tienes el permiso para viajar hasta que te partas
de risa y sueltes las tensiones. Es una experiencia muy gratificante. Si
no conectas con la risa, puedes relajarte y estar un ratito observando
tu cuerpo y tu respiración, sin prisas. No estás obligado a reírte.Y si
contectaras con otra emoción, déjate vivirla. Todo está bien. Reir no es
obligatorio.
La risa también se puede utilizar en procesos de
crecimiento personal. Entonces el encuadre es distinto. Se plantea un
trabajo grupal en distintas sesiones y hay una intención de
autoconocimiento y un objetivo a lo largo de un tiempo.
Entrar en la risa, tal vez no es sencillo porque no
estamos habituados. Es necesario darse permiso, tener una intención, y
probarlo en más de una ocasión. No tenemos el hábito de reir si no hay
un motivo externo que nos lleve a la risa. Juzgamos de “tonto” reir
porque sí, sin entender que el movimiento físico del diafragma es el
detonante a un montón de cosas buenas para nuestro cuerpo y nuestra
mente. Cuando el diafragma se mueve, masajea todos los órganos internos,
a la altura del plexo solar, lugar donde se enquistan muchas veces
nuestros bloqueos emocionales. El solo hecho de movilizar el cuerpo
bailando nos conecta con la alegría, y ese es un buen punto de partida
para entrar en la risa. La idea es poner intención al principio para
arrancar y luego dejarse llevar, sin juicio, sin lógicas, fuera del
control al que estamos sometidos habitualmente, fuera del qué pensarán.
Si quieres vivir la experiencia, prueba un risotaller y a ver qué pasa.
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