miércoles, 12 de junio de 2013

Pájaras sobre la risa II .



En la línea de lo que expresé aquí hace un tiempo, y observando lo rígidos que vamos por la vida, los problemas del mundo, las injusticias, nuestros agobios, nuestra insatisfacción, voy dándome cuenta de la necesidad de crearnos espacios para el buen rollo, para las risas, para lo corporal, para dejar descansar nuestra atribulada mente.
A medida que he ido experimentando en la propia piel esto de la risa observo la potencialidad de cambio que tiene a todos los niveles. Es increíble el poder energetizante de la risa. Si te permites el viaje de la risa, entrar en la carcajada porque sí, sin motivo, y dejas el sentido del ridículo afuera, desconectando de lo mental, dejándote sentir el cuerpo a través de la música y el movimiento,  entras en el “sí”, en el permitirte la emoción,  a veces de gozo, a veces de tristeza, o miedo, o vergüenza. La clave está en dejarte sentir, darle espacio a lo que te está pasando, sin juzgarlo. Permitir tus emociones sin juzgarte, darles un espacio, permite que veas lo que tu eres, que entiendas que a veces estás triste y otras contento, a veces tienes miedo y otras veces te lanzarías en paracaídas. Es importante entender que como seres humanos transitamos por distintos estados emocionales, y aceptar que eso es así es un primer paso.
No nos gusta tener miedo o estar tristes. Sin embargo, todo pasa, todo se transforma y lo importante es aprender a...
tirar hacía adelante reconociendo nuestras capacidades y nuestros límites.
En los espacios-laboratorio que construimos en un risotaller, para experimentar con la risa, movilizando el cuerpo, se mueve la propia energía que somos, y surgen las emociones. Dejarse llevar en esos espacios, dejar la mente y vivir lo corporal y lo emocional, te revitaliza, te energetiza. A través de los juegos conectas con tu niño, tu capacidad de alegría y descontrol, y después te preguntas porqué tu vida no puede ser un poquito menos seria.
En la Contra de  la Vanguardia del día 5 de marzo de 2012, se habla precisamente de esto y es genial. Angel Escribano apunta lo corta que es esta vida y se pregunta porqué no actuamos , porqué no nos divertimos más.
En los talleres de dos horas de risoterapia, tienes un espacio de respeto, y no juicio, en el que si consigues entrar en la risa, no hay límites. Tienes el permiso para viajar hasta que te partas de risa y sueltes las tensiones. Es una experiencia muy gratificante. Si no conectas con la risa, puedes relajarte y estar un ratito observando tu cuerpo y tu respiración, sin prisas. No estás obligado a reírte.Y si contectaras con otra emoción, déjate vivirla. Todo está bien. Reir no es obligatorio.
La risa también se puede utilizar en procesos de crecimiento personal. Entonces el encuadre es distinto. Se plantea un trabajo grupal en distintas sesiones y hay una intención de autoconocimiento y un objetivo a lo largo de un tiempo.
Entrar en la risa, tal vez no es sencillo porque no estamos habituados. Es necesario darse permiso, tener una intención, y probarlo en más de una ocasión. No tenemos el hábito de reir si no hay un motivo externo que nos lleve a la risa. Juzgamos de “tonto” reir porque sí, sin entender que el movimiento físico del diafragma es el detonante a un montón de cosas buenas para nuestro cuerpo y nuestra mente. Cuando el diafragma se mueve, masajea todos los órganos internos, a la altura del plexo solar, lugar donde se enquistan muchas veces nuestros bloqueos emocionales. El solo hecho de movilizar el cuerpo bailando nos conecta con la alegría, y ese es un buen punto de partida para entrar en la risa. La idea es poner intención al principio para arrancar y luego dejarse llevar, sin juicio, sin lógicas, fuera del control al que estamos sometidos habitualmente, fuera del qué pensarán.
Si quieres vivir la experiencia, prueba un risotaller y a ver qué pasa.

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