martes, 5 de noviembre de 2013

Educación para la supervivencia o para la felicidad.

A nivel particular, pienso, la educación de mi hija ha de servir para que sea feliz ahora y más adelante. Y para eso creo que he de facilitarle el acceso a instrumentos que le permitan pensar por sí misma, ejercitar su capacidad de comprensión del mundo que habita, desarrollar sus capacidades emocionales para que aprenda a relacionarse con los demás y se conozca a sí misma, y permitirle descubrir que la felicidad básicamente llega del amor, de la amistad, de las relaciones de calidad con los otros, una vez cubiertas las necesidades básicas de las que  hablaba en otra entrada, la de la LOMCE,  y de que sepa descubrir qué la hace feliz. 
Estos días observándola y hablando con ella me doy cuenta que empieza a estar sobresaturada. Cada día tiene un montón de deberes, de matemáticas, de castellano, de catalán, de inglés , de ciencias...un no parar. De extraescolares hace música y teatro, dos actividades artísticas. De optativa, dentro del curriculo,  ha escogido "visual", el equivalente al "dibujo" de antes, que le permite dar algo de rienda suelta a su creatividad.

   Y  ayer se me echó a llorar.
- "¡¡¡ -Peep-peep-peep-alarma-alarma!!!". Algo está pasando.

¡Tiene apenas 12 años! y ya acude al colegio como quien va a hacer una jornada laboral. Apenas tiempo de jugar. Y está preocupada porque no le quedan momentos para practicar instrumento. De ahí su preocupación y la mia como madre y educadora. 
Y ahí empiezo a preguntarme sobre qué estamos haciendo incorrectamente, y si la escuela que conocemos es lo que realmente necesitamos. Creo que no y que necesitamos una transformación hacía métodos más acordes con los tiempos que vivimos. Es fácil la crítica si no se presentan alternativas y yo no tengo un modelo distinto como un absoluto aunque sí se me ocurre que podemos incorporar tiempos para que nuestros pequeños puedan escucharse a sí mismos, tiempos para aprender a calmarse, a respirar, a reconocer y nombrar sus emcociones y sus necesidades, que puedan escucharse entre ellos dialogando, reconociéndose desde el respeto y el amor, que tengan tiempos para pensar y debatir sobre temas diversos, para crear... Parecen obviedades y son aprendizajes importantísimos para llegar a ser personas que puedan acercarse al equilibrio. Y esto es lo contrario de lo que hacen estos gobiernos retrógrados que tenemos, que están eliminando  asignaturas como filosofía, ética, historia, y en paralelo introducen religión en las aulas. ¿Estamos locos o qué?
 La fe es una cosa privada.  Por contra, la capacidad de pensar, de debate, de crítica, de aportación de conocimiento, se adquiere como aprendizaje desde la diversidad y este debe suceder en las aulas y en casa. Y para ello se necesitan asignaturas concretas más allá de dogmas.
Pienso que incorporar estas actividades en las aulas topan con los miedos al cambio  desde la tradición. Mejor niños obedientes y domesticados que librepensadores.
Tal vez deberíamos repensar los curriculos para reestructurar los conocimientos técnicos de forma que su aprendizaje no sea tan machacón y repetitivo, dándole espacio a la formación integral, donde las emociones y su gestión tengan cabida, al igual que el trabajo de la empatía y la ayuda mútua en la relación con los otros.
Y me pregunto si en un sistema de aborregamiento no será mejor educar un borreguito más que ir contracorriente. Y mi respuesta  es : seguir hacía adelante en defensa de las propias convicciones que son educar personas con capacidad de pensar por sí mismas y ¡claro que chocarán en una sociedad donde todos piensan poco y lo mismo !  Y te planteas aquello de si prefieres ser tonto feliz o consciente desilusionado. Ni lo uno ni lo otro. La cosa es acercarse a ser una persona consciente, amorosa y luchadora, que actúe pensando en el bien común y que sepa trabajar su propia fuerza ilusionante y su propio equilibrio personal.  Educar en la solidaridad, en el ir descubriendo las propias capacidades...No sé...Me siento culpable por ser cómplice del sistema educativo actual. Y de momento lo que como madre puedo hacer es dedicar horas de calidad a mi hija y permitirle construir y elegir su camino, a pesar del enclaustramiento diario a que la someto cada día, como hacemos todos los padres "normales" de nuestra sociedad, sin un atisbo de autocrítica.

A lo largo del texto he puesto dos enlaces a  La Educación Prohibida y en este os dejo la película completa que me parece muy interesante.



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