La risa, eso tan serio, eso que tanto disgustaba a Jorge de Toledo, en la célebre novela “
El nombre de la rosa” de Umberto Eco. Eso tan serio de lo que ya
hablaba Aristóteles en su obra “La poètica”. Eso que está empezando a
parecerme algo mucho más importante de lo que pensaba. Eso que nos
permite una válvula de distensión en nuestra vida, tan llena de prisas,
tan llena de miedos , tan llena de vacíos.
Hay otros lugares en el mundo, donde tal vez no tengan tantas cosas, en los que crean espacios
para la risa. Un espacio físico y un tiempo. Hace unos días vi un vídeo
de unas mujeres en la India , que tienen un hábito muy saludable. Se
encuentran periódicamente en una sala con el único objetivo de
permitirse unas carcajadas, sin más , sin motivo , sin justificaciones,
sin temores, sin miedos. Se encuentran para reír, para encontrarse bien.
Porque la risa, aunque tal vez no hemos puesto atención es una vía muy barata de liberar tensiones, de generar endorfinas,
de recuperar por unos momentos la alegría , ese sentimiento que todos
llevamos incorporado y que casi siempre llevamos tan escondido en algún
recóndito lugar del alma. La alegría es el polo opuesto a la tristeza.
Ambas emociones están en nosotros y somos capaces de sentirlas las dos. Y es sano permitirse sentirlas cada una en su momento y darles su espacio. Observo
como en mi ciudad, en mi cultura, en general, el espacio para la
alegría está poco desarrollado y en nuestros espacios de ocio, andamos
muy en la superfície. Eso nos genera una especie de insatisfacción que
muchas veces no sabemos encajar, y a falta de entendimiento , buscamos
culpables fuera.
Y
no digo que la situación , el momento histórico,no sea como para no
entristecer y plantearse seriamente actuar, salir a la calle,
organizarse para que los gestores de lo social se tomen más en serio su
papel. A la vez que creo necesaria la actividad política, el debate en
las calles, la formación para entender qué está ocurriendo, creo muy
necesario también darnos espacios para conectar con nuestra alegría. Y
uno de los caminos es a través de la risa.
Si
somos capaces de incorporar espacios donde permitirnos reir, como quien
va al gimnasio, como quien va a correr, como quien va a hacer
yoga…habremos encontrado un modo sanísimo de estar mejor y por ende de
ser mejores. Cuando uno se permite conectar con su alegría, amplia su
capacidad de vivir con plenitud. Uno se da cuenta de que con toda la que
está cayendo y que con todos los “peros” que nos ofrece este mundo
(hambrunas, ignorancia, pobreza, catástrofes, corrupción…), si consigues
conectar con tu alegría, si eres algo más feliz, tienes más ganas de
ofrecer, de compartir, de SER, y entonces el mundo es un poco mejor.
Tal
vez algunos piensen que no es mucho. Sí lo es. Tal vez si muchos de los
grandes hombres de negocios, esos que no se cuestionan el sufrimiento
que causan muchas de sus operaciones especulativas, a cambio de ampliar
los números de sus haberes hasta el sinsentido, si se pararan un día a
reir, con ese sentir desde dentro, se darían cuenta de que yerran en el
modo de combatir la
“insoportable levedad” del ser, en palabras de Kundera. Se darían
cuenta que la felicidad es mucho más barata de lo que nos enseñan y nos
creemos . Se darían cuenta de que la plenitud no viaja en primera.
Y aquí dejo por hoy mis pájaras sobre la risa. Continuará cuando así lo dispongan las hadas.
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